lunes, 3 de septiembre de 2012

¿A dónde va Europa?




          Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba arruinada, sobre todo en aquella parte donde se había desarrollado con más virulencia la guerra. Estados Unidos y la URSS eran las grandes potencias que, con Inglaterra como testigo de lujo, se repartieron la hegemonía de Europa, formando lo que Churchill llamó el "telón de acero". 

          Los países europeos, a finales de los 40, decidieron llevar a término una idea que ya se venía planteando incluso desde el siglo XVII, y no era otra cosa que una unión de los países de Europa.

          Previamente, tras la guerra, Estados Unidos había llevado el "Plan Marshall" con los países europeos que cumplieran una serie de requisitos, como ser abiertamente anticomunista (como lo era España). La mayoría de los países europeos, algunos de ellos colaboradores en mayor o menor medida con el nazismo, recuperaron sus economías muy pronto gracias a estas ayudas norteamericanas, que buscaban a fin de cuentas un mercado donde vender sus excedentes, y evidentemente que pagaran. A España se la marginó de estas ayudas por tener un régimen que había coqueteado con el nazismo. Cuando llegaron fue de manera tardía y testimonial. A Alemania se la dejó aparte por haber sido la provocadora de la guerra y por temer que volviera a ser una gran potencia.

           Por otro lado, en el proyecto de unión de países europeos se dejaba aparte a Inglaterra, por ser el país más rico en esos momentos en Europa, y por tener demasiada cercanía con Estados Unidos. Cuando nació la CECA, se pretendía restaurar la economía centroeuropea, incluyendo Alemania, siguiendo los pasos que habían seguido 25 años antes Bélgica, Holanda y Luxemburgo con su unión aduanera del Benelux. Al Benelux se les sumó Francia, Italia y Alemania. Estos 6 países, los integrantes de la CECA (Confederación Europea del Carbón y del Acero), fue la primera unión europea, el Mercado Común. Estos países tenían como meta recuperar sus economías, ante todo, dejando al único país rico por entonces fuera de tal unión, o sea, Inglaterra. En sus orígenes, este Mercado Común se planteó como una organización supranacional, donde los intereses personales de cada estado no influyeran en el desarrollo de la Europa unida. Pero esto quedó en agua de borrajas y desde el principio se vio que eran los intereses de los estados los que marcaban el rumbo de la unión, centrándose cada vez más en la cuestión económica. A pesar de los esfuerzos federalistas, esta tendencia se iba consolidando, naciendo ya a finales de los 50 el eje franco-alemán, que comenzaba a marcar las pautas a seguir dentro de Alemania. Alemania, en pocos años, ya comenzaba a despuntar. Francia jugaba a ser la primera potencia europea, intentando aprovecharse para sus fines pseudocolonialistas en sus antiguas colonias africanas y ultramarinas de la unión europea. 

          A estos dos gallos se sumó en 1971, una vez marchado De Gaulle de la presidencia del gobierno francés, la también colonialista y pro-norteamericana Inglaterra. A los pocos años de entrar Inglaterra al Mercado Común Europeo llegó la Sra. Thatcher, que comenzó a exigir que se le devolviera parte del dinero que aportaba a Europa. Además, esta señora y el Sr. Reagan pusieron las bases a finales de los 70 de una nueva geo-economía, que cambiaría la economía mundial progresiva e irremediablemente hacia el neocapitalismo, el poscapitalismo, o como quiera de las distintas formas que se le quiera llamar.

          En la década de los 80 comenzaron a entrar otros países, antes descartados, como Grecia, España y Portugal, que, junto con Irlanda, configurarían posteriormente la palabra que tanto les gusta usar a algunos "proeuropeístas" anglo-franco-deutones: los PIGS (cerdos), o sea, Portugal, Ireland, Greece and, of course, Spain. Estos países, en esta década, serían unos buenos compradores de los productos elaborados en la zona rica de Europa. Por contrapartida les dieron fondos para la renovación de sus estructuras económico-sociales, demasiado dependientes del estado. Aquí ya se veía hacia dónde se estaba marchando en Europa. Por su parte, España, se encargó de pagar en su mayor parte el famoso "cheque británico" que exigió en su momento la Sra. Thatcher, y que hasta la llegada de España estaba pagando Alemania en su mayoría.

          Así las cosas, se estaba configurando en Europa dos bloques, y una serie de países comparsa. El bloque mediterráneo, agrícola y dependiente de las ayudas de Europa, que compraba a su vez los productos industriales y manufacturados del otro bloque, el de los países más industrializados y ricos, donde destacaban Inglaterra, Francia y, sobre todo, Alemania, que, tras su unificación a principios de los 90, pronto se convirtió en la gran potencia de Europa, con aproximadamente el 25% de la población y de la industria.

          Cuando hace menos de 10 años empezaron a integrarse en las UE los países del Este de Europa, los antiguamente marginados por estar en la órbita de la URSS, ya se veía claramente que el fin de la Unión Europea era exclusivamente macroeconómico, buscando en estos países pobres, con una mano de obra barata y sumisa, una oportunidad de oro para conseguir multimillonarios contratos para las empresas de los países europeos, sobre todo los ya mencionados, y especialmente las alemanas. En estos países se desmantelaron por completo las estructuras estatales de protección social en pos de un capitalismo salvaje. Esto acarreó un aumento tremendo de la pobreza y que, curiosamente, los que antes controlaban el poder desde el comunismo, ahora lo hacían desde el capitalismo, formándose una élite de magnates que atesoraban grandes fortunas. Mientras, en Europa Occidental comenzó el fenómeno de la deslocalización, que consistía que empresas multinacionales desmantelaban sus fábricas para llevárselas al otro extremo de Europa donde podían ser mucho más rentables, lo que no quería decir que fueran deficitarias anteriormente.  

          A todo esto, la política de defensa y exterior de la UE hacía traslucir la desunión entre los países comunitarios y la dependencia total con la OTAN en materia militar, llevando los EE.UU. la batuta en los distintos conflictos que han surgido desde la década de los 80, hasta el bochornoso papel que ha jugado Europa en el conflicto de Libia y en Siria, que ha sido incapaz de ponerse de acuerdo en materia de política exterior y mucho menos militar.


          Está claro que hoy día la Unión Europea es una desunión en donde priman los intereses de las principales potencias, y los intereses de estas no son otros que los de sus grandes firmas comerciales, y sobre todo de la gran beneficiada de la política macroeconómica que comenzaran Reagan y Thatcher hace más de 30 años: la banca. El principal problema de la UE hoy día es mantener fuerte a esta y a los Mercados, si bien la Banca es la que controla hoy día todo: los mercados, los estados y la sociedad. Hoy día, está manifiestamente demostrado que la soberanía de los estados está disminuyendo en favor de aquella, y está fagocitando la sociedad del bienestar, aquello que tantos años se ha intentado construir.

          Alemania se ha convertido en los últimos años, debido a la política de la Sra. Merkel, en una especie de monstruo que quiere sojuzgar a toda Europa, llevando a un callejón sin salida a algunos estados, que están perdiendo soberanía y riqueza con tal de mantener al Deutsche Bank como primer espada en Europa, que garantice los intereses de Alemania, que no son otros que los intereses mercantiles y financieros, que a su vez vienen dictados desde el FMI.


          En esta situación, ¿qué se puede hacer?, ¿qué se debe hacer para que los países más pobre de Europa no terminen intervenidos por el Banco Central Europeo?, ¿qué hay que hacer para que Alemania y los países que le secundan por motivos lucrativos no se hagan con la soberanía de España, Grecia, Portugal, etc, etc.?, porque lo que está claro que algo hay que hacer. Lo peor es que nuestros políticos han demostrado una sumisión a las directrices de Alemania, que en el caso del gobierno actual es absoluta. Llegado a este punto hay que aclarar un par de cosas:
          - La izquierda política europea no está representando los intereses de la sociedad del bienestar, aquello por lo que tanto luchara la Socialdemocracia europea en sus inicios, y que pasa por buscar el equilibrio entre el capitalismo y el trabajador. Si esto no se defiende, se corre el riesgo de que triunfen otras posturas políticas, más populistas y menos democráticas. Dicho de otro modo: la izquierda convencional actual ha perdido el Norte.
          - La derecha política se ha derechizado hacia posturas de la escuela de Chicago, donde priman exclusivamente intereses económicos, y está subordinando la sociedad entera a esos intereses, empobreciéndola, aumentando los niveles de marginalidad y de precariedad sociales, de desarraigo, de personas sin hogar, de suicidios y, si sigue así la tendencia, de una sanidad no pública, sino para los que cotizan, al igual que en EE.UU.: una sanidad de pago.

         Todo lo expuesto hace pensar que el futuro es muy negro: sólo hay que repasar la historia de la unión europea para comprobar que es así. Las políticas de los países van a variar poco, tanto si el partido del gobierno es de un signo o de otro, ya que las ideologías están desapareciendo de los programas políticos convencionales. Los defensores del Europeísmo se echan las manos a la cabeza cuando oyen de abandonar la Unión Europea. Para mi opinión, hay que refundar la unión de Europa, y para ello hay que desintegrarla primero, y los primeros que deben dar ese paso son los países más sometidos por Alemania y los bancos, es decir, España, Grecia, Portugal, Italia, Irlanda y los que vengan, que seguro que vendrán más a este paso. Estos países, al igual que se hizo tras la Segunda Guerra Mundial cuando Europa estaba muy al económicamente, deben unirse, y sólo unificando fuerzas y organizarse, en torno a una especie de Unión Europea del Mediterráneo, pueden forzar a los otros países-comparsa a abandonar el campo feudal en el que se ha convertido Europa, entrar en esta nueva unión europea. Así, se trata de dejar solos a los gallos que tienen sometido a todo el corral. Si hace 60 años, Europa se unió para "combatir" el poderío económico de EE.UU., ¿por qué no se puede hacer ahora dentro de Europa?, ¿por qué si no se dejó a Inglaterra fuera de la originaria CECA?

          No nos asustemos, se puede salir de la UE y no retroceder en riqueza más de lo que se está retrocediendo dentro de la UE. No hay más que ver el ejemplo de algunos países (europeos y no europeos) que no están bajo la tutela de la UE, y que no les va mal. Es más, para escarmentar de errores pasados, esta unión debería ser de índole federal, porque si no se darán en el futuro los mismos errores con los países más hegemónicos de esta unión. Si no somos capaces de reconstruir así esta unión, estamos abocados al fracaso y los distintos países europeos, tal y como está sucediendo en la actualidad intentarán imponer su criterio sobre los demás. Así, más vale estarse quietos e intentar un nuevo rumbo en solitario. Otra cuestión es qué hacer para variar el rumbo de la economía mundial que hoy impera en todos los continentes.

          Pero los cambios que habría que hacer no se pueden llevar a cabo con la casta de políticos sumisos, corrompidos y demagogos que tenemos (salvo honrosas excepciones), sino con una generación nueva de políticos que estén dispuestos a luchar por el hombre y llevarlo y a estadio mucho más digno. No puede ser que el sistema capitalista, que siempre se ha alimentado del capital principal de la sociedad, que no es otro que el hombre en cuanto trabajador, este ahora devorándolo, llevándolo a un plano cercano a la servidumbre. Está en nuestras manos el cambiar este estado de cosas, para ello tenemos algo tan importante como las elecciones para los parlamentos español y europeo: ¡Hay que mandar a los políticos mediocres que tenemos a la mierda!, como hubieran dicho Fernando Fernán Gómez, o José Antonio Labordeta. Yo espero que en las próximas elecciones se presenten nuevos partidos políticos con gente nueva, dispuesta a cambiar las cosas desde la paz y la palabra, y no desde la anarquía que es a lo que nos puede llevar el modelo de capitalismo que hoy tenemos. Hay que reinventar el capitalismo, hacerlo mucho más humano que lo que hoy es y poner límites a tanta usura, especulación y destrucción humana, porque en definitiva lo que este sistema está provocando es la destrucción de la sociedad, cada día más deshumanizada, materialista e  idiotizada.


          Hay que votar en las próximas elecciones, cuando sean, sin olvidar lo que están haciendo unos y otros, ¡¡y mandarlos ...  

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