viernes, 15 de marzo de 2013

Cuando matamos a nuestros fieles amigos

Hace unas noches vi un reportaje en el que se hablaba del negocio actual sobre la carne de caballo. En él salía un mercado en el que se vendían estos, bien para "vida", tal y como decían cínicamente, bien para sacrificarlos para vender su carne. En una de las imágenes se veía la cara de uno, con esos ojos grandes preciosos, nobles, fieles y negros, pero llenos de miedo. A través de ellos se podía ver el miedo a la muerte, como si presintieran lo que le deparaba su futuro inminente, porque la mayoría de los caballos que se compran en ese mercado, al parecer, son para sacrificarlos y venderlos como carne. ¡Qué barbaridad!" (pensé), sacrificamos ya hasta nuestros ancestrales compañeros de trabajo, nuestros fieles compañeros, a aquellos que jamás harían algo así con nosotros, y sobre todo, con esa sangre fría de la que sólo el ser humano es capaz. Quien haya tratado con algún caballo sabrá de lo que hablo, porque un caballo es algo más que un animal cuadrúpedo que sirve para montarlo, o para que te haga un trabajo.
Matar a un caballo, sea para sacar beneficio o no de ello, es de lo más cruel, y denota la inhumanidad a la que estamos llegando. Estamos volviendo a los tiempos de las cavernas, no respetamos nada, nada se salva de nuestro egoísmo. Pero da igual, mientras haya carne barata en las carnicerías. El hombre le da cada vez más la espalda a la naturaleza, y este hecho es sólo un detalle, pero muy significativo. Si no respetamos al entorno, no sabremos respetar el resto de cosas que forman parte de este mundo de locos. Animales como caballos o perros, compañeros nuestros y fieles seguidores allá donde hayamos ido desde hace miles de años, están sufriendo las consecuencias de la deriva del comportamiento humano de las últimas décadas: egoísmo, materialismo, nihilismo... este es el mundo de usar y tirar, de lo efímero, el mundo que flota hacia el caos, donde los hombres se comportan como borregos, o peor, como autómatas, obedeciendo los dictámenes del poder sin chistar, el mundo en el que pensar está casi prohibido o mal visto, el mundo en el que a la gente que intenta comportarse según sus principios se les considera rara y a la masa no-pensante-consumidora se le considera normal. En fin, el mundo al revés.

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